Este es nuestro
LEGADO
UN PATRIMONIO FAMILIAR
Más de un siglo de historia
Perdine es la historia de una familia que perpetúa el savoir-faire ancestral del cultivo de cítricos. Desde 1890, cada generación se compromete a preservar y perfeccionar la tradición de excelencia en favor del sabor. La ambición familiar es la misma desde siempre: ofrecer naranjas y mandarinas con sabores excepcionales e intensos.
Una pasión por compartir
Con la férrea determinación de mantener su fantástico legado, la joven generación elige vender la producción directamente de la huerta. A partir de entonces y desde 2012 las naranjas y mandarinas Perdine son accesibles a las personas que buscan lo mejor, ya sean profesionales de la gastronomía o particulares exigentes.
UNA FRUTA DE EXCEPCIÓN
Las letras de nobleza de una fruta única
Necesitando calor y sol, la naranja ha sido durante mucho tiempo reservada a la aristocracia. Durante el Renacimiento, este fruto de lujo ha sido un símbolo de poder y riqueza. Hoy todavía, se puede admirar los naranjos de los palacios reales en Francia, Bélgica, Inglaterra, Alemania e incluso Rusia. Estos magníficos edificios con inmensos ventanales atestiguan el poder simbólico acordado a este fruto que rebosa de sol en el corazón del invierno.
Un preciado regalo
Hasta los años 1950, la naranja era poco frecuente y cara. Se compran por piezas individuales para ofrecerlas de regalo. Todavía evoca para los más mayores el recuerdo de sus Navidades de infancia donde la naranjas se encontraban bajo el árbol de navidad entre las galletas y el pan de jengibre.
UN TERROIR INCOMPARABLE
La cuna de la naranja en Europa
El sabor inigualable de la fruta Perdine proviene de un terroir histórico con una riqueza excepcional. Valencia es sin duda alguna el territorio más propicio al cutivo de cítricos. Desde finales del siglo XVIII, las primeras plantaciones de naranjos encuentran un terreno ideal y condiciones meteorológicas idílicas.
El mediterráneo valenciano
Los huertos de Perdine se encuentran en el corazón de un valle, Les Valls de Sagunt. Bañados por el sol, los naranjos florecen entre las colinas y el mar. Sus pies se desprenden de los cerros de color ocre que sobresalen al mar.